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Elevada prevalencia de insomnio en personas con el VIH

En general, se trata de un trastorno del sueño que, pese afectar en gran medida a la calidad de vida y bienestar de los pacientes, no se identifica y, por lo tanto, no se trata en la práctica clínica

Según un estudio, cuyos resultados han sido publicados en la revista Open Forum Infectious Diseases, las personas con el VIH tienen una probabilidad cinco veces mayor de padecer insomnio que las personas sin el VIH de características similares. A pesar de que el insomnio afecta en gran medida a la calidad de vida y bienestar de las personas con el VIH, este trastorno del sueño no suele identificarse y, por lo tanto, manejarse en la práctica clínica. El estudio, sin embargo, no halló diferencias entre los dos grupos en relación con la prevalencia de otros dos trastornos del sueño bien conocidos, como so el síndrome de piernas inquietas y la apnea del sueño.

A medida que la personas envejecen son más frecuentes los trastornos del sueño lo cuales se han asociado con un aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular y deterioro cognitivo. Aunque estudios previos han mostrado que el VIH podría incrementar el riesgo de insomnio, determinados sesgos identificados en estos estudios –como el tamaño muestral o no disponer de grupo comparador– cuestionan sus resultados. Además, tampoco está claro si el VIH se asocia con otros trastornos habituales del sueño, como el síndrome de piernas inquietas y la apnea del sueño (pausas en la respiración o respiración superficial, lo que conduce a una reducción del suministro de oxígeno a la sangre).

Con el fin de arrojar algo más de luz sobre esta cuestión, un grupo de investigadores de Irlanda, Inglaterra y EE UU diseñaron un estudio para comparar los tres trastornos de sueño más frecuentes –

insomnio, síndrome de piernas inquietas y apnea del sueño– entre personas con y sin el VIH. A todos los participantes se les realizó cuestionarios para identificar la presencia de insomnio y del síndrome de piernas inquietas, mientras que la apnea del sueño se evaluó a través de un pequeño dispositivo usado por la noche que controla los niveles de oxígeno en la sangre. La calidad de vida relacionada con la salud se evaluó a través de cuestionarios.

Los participantes formaban parte de la cohorte POPPY (siglas en inglés de Observaciones Farmacocinéticas y Clínicas en Personas Mayores de 50), un estudio prospectivo que incluye a personas con el VIH y sin el VIH atendidas en clínicas de salud sexual y del VIH en Inglaterra e Irlanda y que estudia las implicaciones del envejecimiento en personas con el VIH en la era de tratamiento antirretroviral moderno.

El análisis incluyó a 357 personas con el VIH (246 de 51 años o más y 111 de 18 a 50 años) que fueron comparadas con 126 personas sin el VIH de 50 años o más. Entre los participantes con VIH el promedio del recuento de células CD4 fue de alrededor 600 copias/mL y más de un 90% presentaban la carga viral indetectable.

Los resultados muestran que, en personas con el VIH, la prevalencia de insomnio fue de un 21% entre los mayores y de un 23% entre los jóvenes en comparación con un 5% registrado en el grupo control. El síndrome de las piernas inquietas se registró en un 16 y un 8% de los participantes mayores y jóvenes con el VIH, respectivamente, en comparación con un 17% del grupo control. La apnea de sueño fue incluso menos frecuente registrándose en un 7 y un 2% de los participantes mayores y jóvenes con el VIH y en un 4% del grupo control. Es decir, un 30% de los participantes con el VIH (independientemente de la edad) tuvieron, como mínimo, un trastorno del sueño en comparación con un 19% de los participantes del grupo control. Tener dos o más trastornos del sueño fue más prevalente en las personas mayores con el VIH (7%) que en las personas más jóvenes seropositivas (4%) y las del grupo control sin el VIH (2%).

Tras controlar los resultados teniendo en cuenta otros factores de riesgo de trastornos del sueño, los investigadores estimaron que el VIH se asoció con una probabilidad más de cinco veces mayor de tener insomnio, pero no se encontró ninguna asociación con respecto al riesgo de tener síndrome de piernas inquietas o apnea del sueño.

A pesar de la alta prevalencia de insomnio entre los participantes con el VIH del estudio, las tasas de diagnóstico (22% entre los mayores y 30% entre los jóvenes) y tratamiento (20% entre los mayores y 26% entre los jóvenes) fueron baja.

Al comparar las personas con el VIH que tenían insomnio con las que no lo tenían, se pudo observar que padecer este trastorno de sueño se asoció con una calidad de vida relacionada con la salud significativamente más deteriorada en cada uno de los tres dominios evaluados en el estudio: la salud física, mental y los resultados relacionados con el sueño. Las diferencias observadas entre ambos grupos son con toda probabilidad clínicamente significativas.

Los investigadores subrayan la importancia de estos hallazgos ya que evidencian la importancia de identificar en la práctica clínica rutinaria los trastornos del sueño y tratarlos de manera precoz para reducir su impacto en la calidad de vida de los pacientes. Pese a la eficacia de la terapia cognitivo-conductual para el tratamiento del insomnio en la población general, hay pocos datos sobre este tratamiento en las personas con el VIH y, según los autores de este estudio, dicha terapia debería individualizarse debido a factores biológicos (neuroinflamación persistente a pesar de la inflamación persistente), factores sociales (alta carga de estigma y enfermedad mental), y la polifarmacia. Además, el insomnio en personas con el VIH podría ser un efecto secundarios de algunos fármacos antirretrovirales como efavirenz (Equivalente Farmacéutico Genérico; Sustiva®; también en Atripla®) y los inhibidores de la integrasa.

 

 

Fuente: (gTt-VIH) Grupo De Trabajo Sobre Tratamientos del Vih http://gtt-vih.org