En la atención médica se debería tener en cuenta no solo el consumo general de alcohol, sino también los patrones de dicho consumo, a fin de determinar los riesgos de problemas hepáticos (e incluso muerte) que supone para las personas con el VIH
Las personas con el VIH que declararon consumir grandes cantidades de alcohol en cortos espacios de tiempo (lo que se conoce como “episodios de consumo intensivo” de alcohol) presentaban una mayor probabilidad de experimentar problemas hepáticos y de morir. Estas fueron las conclusiones de un reciente estudio suizo publicado en la revista Journal of Clinical Medicine.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente el 5% de todas las muertes producidas en el mundo en 2016 se atribuyeron al consumo de alcohol. Existen algunas evidencias de que beber resulta más perjudicial para las personas con el VIH que para la población sin el virus (véase La Noticia del Día 08/02/2016). Aunque los riesgos asociados al consumo problemático de alcohol en personas con el VIH son bien conocidos (véase La Noticia del Día 26/02/2020), se sabe menos acerca de cómo los diferentes hábitos de consumo de bebidas alcohólicas (ingesta general de alcohol, frecuencia de consumo y cuánto alcohol se consume en cada ocasión) inciden sobre estos riesgos. El consumo de alcohol constituye la segunda causa más frecuente de enfermedad hepática terminal (por detrás de las hepatitis víricas) y es responsable del 30-40% de las muertes por cirrosis hepática en países de altos ingresos.
En Suiza, en concreto, se estima que una de cada diez muertes podría estar vinculada con el consumo problemático de alcohol. Con el objetivo de analizar la tasa de mortalidad y de enfermedades hepáticas entre las personas con el VIH en ese país teniendo en cuenta sus hábitos de consumo de alcohol, un equipo de investigadores realizó un estudio, incluido dentro un estudio mayor en curso, el Swiss HIV Cohort Study [Estudio de Cohorte Suiza del VIH], representativo a escala nacional, que incluye a casi el 80% de todas las personas con el VIH en Suiza y que reciben tratamiento antirretroviral.
Para el presente estudio se seleccionó a personas con el VIH a las que se evaluó respecto a su consumo de alcohol y que asistieron al menos a una visita de seguimiento entre enero de 2013 y abril de 2020. El estudio incluyó a un total de 11.849 personas, con un tiempo medio de seguimiento de casi siete años. Los participantes tenían una mediana de edad de 46 años, poco menos de tres cuartas partes eran de raza blanca, siendo hombres algo menos de tres cuartas partes. Casi la mitad de todos los participantes del estudio eran hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (GBHSH).
Los autores compararon la tasa de mortalidad por cualquier causa y los problemas hepáticos, como cirrosis, múltiples resultados anómalos en pruebas de laboratorio y trasplantes de hígado, según los hábitos de consumo de alcohol de los participantes. Mediante la prueba AUDIT-C (siglas en inglés de puntuación del consumo en la prueba de identificación de trastornos por consumo de alcohol) se clasificaron los patrones de consumo de bebidas alcohólicas en cuatro tipos: abstinencia (ausencia de consumo de alcohol); consumo no problemático; consumo problemático, pero no intensivo y; consumo intensivo. El estudio consideró que existía un consumo problemático de alcohol cuando la puntuación AUDIT-C era igual o superior a 3 en el caso de las mujeres, o igual o superior a 4 en el de los hombres. Por ejemplo, un hombre que tome habitualmente cuatro bebidas en una ocasión, y lo hace dos o tres veces a la semana, sería clasificado como un bebedor problemático. Los episodios de consumo intensivo de alcohol se definieron como el consumo de seis o más bebidas en una sesión, más de una vez al mes.
Los participantes se sometieron a una media de 12 evaluaciones cada uno durante el estudio, por lo que los investigadores clasificaron sus hábitos de consumo de alcohol según la respuesta más frecuente. Más de la mitad (58%) eran consumidores problemáticos de alcohol, seguidos por los que practicaron la abstinencia (23%), las personas con un consumo problemático, pero no intensivo de alcohol (15%) y consumidores intensivos de alcohol (4%). De los participantes que indicaron ser abstemios, un número considerable señalaron practicar la abstinencia de alcohol de forma constante durante todo el periodo de estudio, mientras que un segundo grupo de personas fueron abstemias durante menos del 20% del tiempo de seguimiento.
Las personas con un patrón de consumo de alcohol en episodios intensivos tendieron más a ser hombres blancos, a tener menos probabilidades de vivir con una pareja y presentaron mayores tasas de depresión durante el seguimiento. Los participantes con un consumo intensivo de bebidas alcohólicas también fueron más proclives a declarar el uso de drogas inyectables o el consumo de tabaco, a tener un nivel educativo más bajo y a estar desempleados. Las personas que indicaron ser abstinentes tendieron más a ser mujeres, a tener un recuento de CD4nadir más bajo (es decir, el más bajo registrado en cualquier momento) y a presentar antecedentes de enfermedades definitorias de sida. Además, también presentaron más probabilidades que los bebedores no problemáticos de estar coinfectadas por una hepatitis vírica. Todas estas diferencias fueron altamente significativas (p <0,001).
Durante el periodo de estudio, se registró el fallecimiento de 470 personas. Las causas más frecuentes de muerte fueron cáncer no relacionado con sida [incluido el de hígado] (22%), problemas cardiovasculares (11%), causas relacionadas con el VIH (5%), accidentes (5%) y otras infecciones (4%).
En comparación con las personas con un consumo no problemático de alcohol, las que bebían en episodios de consumo intensivo registraron un mayor riesgo de muerte por cualquier causa (cociente de tasas de incidencia ajustado [aIRR]= 1,9; intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 1,3-2,7). Los participantes que comunicaron practicar la abstinencia también registraron un mayor riesgo de morir por cualquier causa (aIRR= 1,9; IC95%: 1,5-2,3) y de muerte relacionada con problemas hepáticos (aIRR= 3,9; 95%; IC95% :1,7-9,1), en comparación con los bebedores no problemáticos.
Un total de 239 personas experimentaron un problema hepático durante el período de estudio, registrándose en 140 de ellas un diagnóstico de cirrosis hepática. Las tasas de acontecimientos hepáticos fueron más altas en las personas que indicaron un consumo intensivo de alcohol, seguidas de las que declararon ser abstinentes, las que tenían un consumo problemático de alcohol y las personas con un consumo no problemático.
Después de tener en cuenta posibles factores de confusión, el consumo intensivo de alcohol siguió estando fuertemente relacionado con los acontecimientos hepáticos (aIRR= 3,8, 95%; IC95%: 2,4-5,8). El equipo de investigadores no detectó diferencias en los resultados entre las personas con patrones de consumo de alcohol no problemático y problemático. Las personas abstemias también presentaban un riesgo estadísticamente significativo de muerte y de problemas hepáticos. Unos resultados que no fueron inesperados, ya que coinciden con los resultados de investigaciones anteriores y que podrían deberse a que algunas personas abstemias tienen antecedentes de consumo intensivo de alcohol, por lo que tendrían más riesgo de sufrir problemas hepáticos que las que siempre han sido abstemias. Otra posible explicación sería que las personas con enfermedades graves o enfermedades hepáticas preexistentes fueran más propensas a abstenerse de beber bebidas alcohólicas.
Los investigadores concluyen señalando la importancia de que el personal médico evalúe el consumo de alcohol y ponen de relieve la importancia de analizar los patrones de consumo de alcohol, en lugar de limitarse a considerar únicamente el consumo general de alcohol, en un entorno de atención médica.
Fuente: (gTt-VIH) Grupo De Trabajo Sobre Tratamientos del Vih http://gtt-vih.org